Las tapas españolas

Las tapas españolas

Las tapas españolas
Pilar Sanchis
03/05/2020

Bueno, bueno, bueno, un tema que os vuelve locos a los extranjeros y ¡con toda la razón!, porque igual de locos nos vuelve a los españoles. Esos platitos con todo tipo de variedad que se extienden por todo el territorio español y ¡a cuál más bueno de todos ellos! Vamos a hablar de esta tradición o costumbre, pero no solo por lo deliciosas que están las tapas españolas, sino porque en España ir de tapas no es simplemente comer, es algo social.

En efecto, el quedar para tomar una cervecita y unas tapas, es algo muy social; cuando lo hacemos, no solo pretendemos comer (que también) sino, sobre todo, salir, estar con familia o amigos, hablar, contarnos cosas, reírnos; es decir, socializar. Y este último es un concepto que no se puede desligar de lo que son las tapas españolas. Sin ello, no se logran entender. Podemos ir de tapas por la mañana hacia mediodía, antes de la comida principal, para comer, para cenar, antes de cenar con una cervecita…, y, sobre todo, los fines de semana. En definitiva, prácticamente, cuando nos apetezca.

Pero vayamos al quid de la cuestión y empecemos con la tapa española por antonomasia, la tapa de tortilla española; es decir, esa ricura de huevos y patatas (muchas veces también cebolla) hecha en forma de torta redonda de unos 3 cm de altura (o más…) y que encontramos en toda España. Y, sí, digo en toda España porque, contra lo que muchos extranjeros creen, las tapas españolas no son un plato típico nacional, sino que cada lugar, región, pueblo, bar, tiene las suyas típicas, aunque esta no falla: ¡donde no haya una tortilla española…! Lo que sí que es cierto es que es una costumbre nacional innegable: en otras palabras, los españoles salimos de tapas sí o sí.

Entre las tapas españolas, en los últimos años se han popularizado mucho las «sartenes» (metonimia del contenedor por el contenido; es decir, el utensilio con que se hacen toma el nombre del plato, de la comida) y las hay de muy diversas formas o composiciones. La base suelen ser siempre las patatas y, en muchas ocasiones, también el huevo frito, con un tercer ingrediente que suele estar compuesto (no siempre) por un tipo de carne, en ocasiones también con alguna verdura. Por ejemplo, una de las más populares es la sartén de patatas, huevos y jamón; aunque las hay de pinchos morunos, de chorizos, de morcillas, de solomillitos, de gambitas y gulas, con pimientos del padrón, con queso fundido, con salsa picante y un gran etcétera que dependerá del bar que las prepare.

Muy famosas se han hecho también en el extranjero las patatas bravas, cuyo aspecto podéis apreciar en la primera foto de este artículo; sin embargo, las bravas no son típicas de toda España y, aunque por su popularidad hoy las podemos encontrar en muchos sitios, no en todos las hacen igual de buenas. Más de un español que lea el blog me dirá ¡cómo te atreves!, pero yo, que he recorrido toda España, me atrevo a decir que uno de los mejores sitios para comer bravas es la zona de Levante (¡Ojo! He dicho uno de los mejores, no el mejor…).

Pero «no solo de patatas bravas vive el hombre», hemos hablado de las bravas, la tortilla española, las sartenes, pero existen un sinfín más de tapas españolas que os invito a ir descubriendo allá donde vayáis. Lo más fácil es entrar en un bar, irse a la barra (donde suelen estar expuestas) y preguntar por ellas; como hago yo misma cada vez que viajo a una ciudad que no es la mía —y creedme que, como vosotros, igualmente me sorprendo de la variedad y la diferencia que hay entre unos sitios y otros en cuanto a tapas «españolas» se refiere—. De momento os dejo con una tapa no tan conocida (ni siquiera para mí), pero que estaba para chuparse los dedos: las cigalas con ajos tiernos que comí en un restaurante de Valencia, L’Alquería del Pou, hace algunos meses.

Pero ¿de dónde vienen las tapas?

Terminemos hablando un poco sobre su origen, en realidad aún incierto: existen varias hipótesis sobre el origen de las tapas españolas, pero las más difundidas son dos: la primera explica cómo en tiempos de Alfonso X, el Sabio, allá por el s. XIII, este impusiera que en los mesones de Castilla (lo que serían hoy bares-restaurantes, y en Castilla aún hoy también «mesones») se acompañase el vino con pequeñas raciones de comida para que este no se subiera a la cabeza de los que lo bebían; en otras palabras, para evitar que se embriagasen, que se pusieran ebrios, ¡vamos!, que se emborrachasen.

Otra versión más simple y muy popular cuenta que los meseros sencillamente utilizaban el plato de comida o la rebanada de pan con jamón, queso (o lo que llevase) para ponerla encima del vaso o jarra de vino con la intención de cubrirlos y que no entrasen insectos voladores dentro; es decir, para taparlos (y de ahí su nombre tapa). Lo que sí es cierto —y la misma RAE así lo expresa en su diccionario— es que son porciones de alimentos que se comen acompañados de bebida, hoy en día más comúnmente la cerveza, aunque también el vino (por supuesto), la sangría o cualquier refresco.

Sea uno u otro el origen (o ninguno de los dos), lo cierto es que las tapas españolas se han extendido por todo el territorio y, no solo con diferentes variedades de alimentos, sino también nombres: por ejemplo, en Sevilla existe la ración, la media ración y la tapa, que es sencillamente lo mismo, pero de mayor a menor tamaño; en el norte, sin embargo, toman el nombre de pinchos. Por otro lado, en algunas ciudades, como Almería o Granada, por cada bebida se sirve una pequeña tapa gratis (costumbre que se está extendiendo a otros lugares de España). En muchas zonas (Comunidad Valenciana, Castilla-La Mancha…) desde siempre (al menos desde que yo recuerdo) se han servido antes olivas y cacahuetes para ir abriendo el apetito. En fin, cada región, un mundo.

Espero que este artículo os haya ayudado a ir abriendo boca para probarlas cuando viajéis a España. Asimismo, espero que, junto a haber ampliado vuestro conocimiento sobre las tapas españolas, hayáis aprendido otras expresiones y vocablos nuevos que os ayuden a ir mejorando vuestro español real. Mientras tanto, y con la boca hecha agua yo también, me voy a comer y os espero en la próxima publicación, invitándoos a que le echéis un vistazo a mi página y, sobre todo, a que me digáis si de este artículo de tapas españolas… tiene que haber un segundo capítulo, ¡ja, ja, ja!

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